El diamante rosa perdido de Catalina I de Rusia: así terminó en manos de una princesa otomana y en millonaria subasta

Un anillo con un rarísimo diamante rosa con más de tres siglos de historia revela la fascinante travesía que une a los zares rusos, al imperio otomano y a la última princesa de esta dinastía.

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Esta es la historia del diamante rosa de Catalina I.

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Semanas excepcionales cuando empiezas de valor histórico salen a la luz, pero pocas generan tanta expectación como la joya que acaba de protagonizar un récord millonario en Europa: un anillo de diamante rosa que perteneció a Catalina I de Rusia y que, tras cruzar imperios, exilios y revoluciones, terminó en manos de la última princesa otomana, Fatma Neslişah. Su venta por más de 3 millones de euros no solo confirma la rareza de la piedra, sino el enorme peso simbólico de una pieza que ha sobrevivido guerras, derrocamientos y configuraciones durante casi 400 años.

Una piedra con historia imperial: el diamante rosa de Catalina I

El anillo que hoy causa furor tiene su origen en el siglo XVIII, cuando Catalina I de Rusia, viuda del zar Pedro el Grande, obsequió varios diamantes al sultán otomano Ahmed III. El gesto cargado de diplomacia formó parte de las negociaciones del Tratado de Prut en 1711.
Aquellos diamantes fueron incorporados al tesoro otomano, donde permanecieron durante generaciones como parte de una de las colecciones reales más impresionantes del mundo musulmán.
Entre ellos se encontraba esta piedra rosa excepcional, un diamante de una pureza y color extremadamente difíciles de encontrar hoy en día.

Del tesoro otomano a una princesa en exilio

El diamante cambió de manos a finales del siglo XIX, cuando el sultán Abdul Hamid II lo regaló a su prima, la princesa Emina Illhamy, madre del jedive Abbas Hilmi II de Egipto.

Décadas después, el anillo resurgió en la vida de Fatma, la última princesa otomana. Nacida en 1921 y nieta del sultán y del califa, la joven vivió su infancia en Europa tras la abolición de la monarquía en Turquía. Cuando se comprometió con el príncipe egipcio Muhammad Abdel Khadija Hanim, le regaló el anillo como parte de un parure completo que incluía collar, pendientes y broche.
Durante la regencia de su marido, Fatma lució estas joyas con frecuencia, incluso utilizando el collar como tiara en ocasiones formales.

Las joyas salvadas por la princesa

La vida de Fatma Neslişah estuvo marcada por dos exilios: el primero tras la caída del Imperio otomano y el segundo tras el derrocamiento del rey Faruq en Egipto.
Cuando el nuevo gobierno confiscó todos los bienes de la familia, la princesa se vio obligada a ingeniárselas para salvar sus pertenencias más valiosas.

Con ayuda de amigos leales, escondió las joyas entre su ropa y las entregó discretamente bajo el pretexto de salir a montar a caballo, logrando así resguardarlas hasta ser recuperadas años más tarde y en el exilio.

Establecida en Suiza y enfrentándose a dificultades económicas, Fatma tuvo que vender el histórico conjunto de diamantes de colores en Christie’s Londres en 1963; sin embargo, decidió conservar una pieza: el anillo de diamante rosa. La pieza permaneció en su familia incluso después de su fallecimiento en 2012, convirtiéndose en uno de los últimos vestigios materiales de la antigua monarquía otomana.
Trece años después de su muerte, sus descendientes llevaron el anillo a subasta en Ginebra. La pieza se vendió por 2.917.000 francos, más de 3 millones de euros.

Del esplendor de la corte rusa a la caída del imperio otomano, pasando por revoluciones, exilios y subastas, el diamante rosa de Catalina I ha sobrevivido a todo. Su venta millonaria es una muestra de que algunas joyas trascienden su belleza como fragmentos vivos de la historia que, a pesar del paso de dos generaciones, siguen fascinando y despertando curiosidad por su procedencia.

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