Los castillos de la familia real británica han sido escenario de múltiples historias paranormales, diversos relatos han revelado que sus pasillos estarían habitados por fantasmas, y mientras la mayoría se describen como inofensivos, algunos han generado terror entre el personal de la familia real.
Se dice que incluso la reina Isabel II, acompañada de la reina madre, tuvieron que solicitar la ayuda de un sacerdote para realizar un ritual de liberación, pues un fantasma en Sandringham estaba aterrorizando a su personal.
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Cómo fue el exorcismo que presenciaron la reina Isabel y la reina madre en Sandringham
Tras los informes del personal sobre fenómenos extraños y aterradores en el dormitorio donde murió el padre de la reina Isabel, el rey Jorge VI en 1952, la reina madre supuestamente decidió organizar un “ritual de limpieza religiosa” para librar la habitación de cualquier posible espíritu maligno en el año 2000.
“No fue un exorcismo convencional”, explicó el historiador y biógrafo de la realeza Robert Hardman en un episodio reciente de su podcast, Reinas, Reyes y Cosas Malvadas. “No hubo una expulsión dramática de demonios, como se ve en las películas. Se decía que la habitación contenía un espíritu atormentado y que el párroco debía bendecir el lugar”.
Rose afirmó que la Reina Isabel, la reina madre y su dama de compañía, Prue Penn, participaron en la ceremonia, que consistió en comulgar y recitar oraciones especiales, con el objetivo de librar al lugar de su aparente “inquietud”.
“Nadie sabía con certeza quién se suponía que era el fantasma, a pesar de que apareció en la habitación donde había muerto Jorge VI”, señaló Hardman. “Rose especuló sobre si podría tratarse del fantasma de Diana, la difunta princesa de Gales, que había fallecido unos años antes”.
¿La reina Isabel creía en los exorcismos?
No está claro si alguno de los asistentes reales creía realmente en lo paranormal; sin embargo, Hardman piensa que su asistencia, especialmente la de la reina Isabel, pudo haber sido más bien una muestra de apoyo y acción hacia su asustado personal.
“La difunta reina tenía una fe profunda, pero no era supersticiosa”, dijo Hardman. “No tenía tiempo para esas teorías descabelladas, pero sí tenía una gran sensibilidad espiritual, al igual que su hijo, el rey Carlos”.