En una elegante cena de gala celebrada en Riga durante la reciente visita de Estado de los reyes de Dinamarca, Mary de Dinamarca llama la atención con un conjunto en rojo vibrante y una tiara que no es prestada ni heredada: es de su propiedad. La joya, de estilo eduardiano, revela no solo su gusto refinado por la historia de la joyería y las piezas reales, sino también su capacidad para dotar de significado personal sus apariciones públicas. Esta pieza, comprada en una subasta, representa una decisión inusual en el mundo de las casas reales, y esta es la historia de su origen.
¿Una tira regalada o una comprada?
Contrario a la mayoría de las tierras reales, que se encuentran en las colecciones oficiales de la corona, esta tiara pertenece en propiedad a Mary. Tal como informan fuentes especializadas, la joya fue adquirida por ella en 2012 en una subasta de la casa Bruun Rasmussen, junto con pendientes a juego, por una cifra estimada entre 4000 y 5000 euros.
El lote se describía como “un conjunto de joyería, un collar y unos pendientes posteriores, con numerosos diamantes talla antigua, rubíes y espinelas, en oro de 14 quilates y plata, alrededor de 1900 a 1910”.
Según indican los análisis, Mary no llevó la pieza como tiara hasta algunos años después, posiblemente debido a que exigió una adaptación para montarla sobre base de tiara.
La transformación de collar a tiara y su significado
Lo que hace única a esta joya es su versatilidad: originalmente lucida como gargantilla, más tarde se adaptó para usarse como tiara. Mary la estrenó como collar en 2015 durante los festejos del 75 cumpleaños de la reina Margarita de Dinamarca y, posteriormente, comenzó a llevarla en la frente como diadema.
Con este cambio fue evidente la decisión consciente de la reina de darle nueva vida a una pieza antigua, hacer la propia y utilizarla como símbolo de identidad personal más que solo de protocolo.
Un estilo con propósito en apariciones reales
Para la gala en Riga, Mary optó por un vestido rojo de S∅ren Le Schmidt con escote corazón y falda con volumen, complementado por esta tiara y pendientes a juego. Esta combinación habla de coherencia de estilo y de una narrativa visual pensada para la ocasión.
Más allá del glamour, la pieza subraya la dualidad entre tradición (la joya eduardiana, los rubíes, la plata y el oro) y modernidad (la elección personal, la compra en subasta y la adaptabilidad de la pieza). En un momento en el que las casas reales buscan proyectar autenticidad, Mary demuestra que también puede escribir su propia historia a través de la moda.
La tiara eduardiana de Mary de Dinamarca no es un simple adorno; es su forma de declarar pertenencia y estilo. Al escoger una joya adquirida en subasta, convertirla en suya y lucirla en una visita de estado, la reina muestra que la moda real también puede ser personal, estratégica y simbólica. En un mundo en el que las joyas hablan de los linajes y protocolos, esta pieza susurra una historia distinta: la de una mujer que incorpora tradición y autonomía en una sola diadema.