La reina Máxima de Holanda volvió a demostrar por qué es considerada una de las royals más estilísticamente audaces del panorama europeo. Durante la cena de gala que cerró su visita oficial a Surinam, la reina apostó por una combinación inesperada: un sofisticado sari reinterpretado en clave occidental y un deslumbrante set de joyas históricas que pertenecieron a la reina Emma a finales del siglo XIX.
El resultado fue un look que funcionó moda, tradición y diplomacia cultural, confirmando el impecable sello personal de Máxima en cada aparición pública.
Un sari con historia: la pieza que conectó India con el Caribe
Para esta velada de gala, celebrada en el emblemático Teatro Thalía, Máxima recuperó un diseño de Jan Taminiau que estrenó en 2019 durante un viaje oficial a India. Se trata de un vestido con estampado étnico que simula la caída envolvente del tradicional sari, dejando un hombro descubierto en una silueta elegante y fluida.
Aunque es una pieza más asociada a un contexto oriental, la reina no dudó en incorporarla a su agenda caribeña, demostrando que para ella la moda es un vehículo de expresión sin fronteras. La elección del sari también aportó un gesto simbólico: un recordatorio de sus viajes, su cercanía multicultural y su habilidad para interpretar códigos internacionales desde un enfoque personal.
Las esmeraldas de la reina Emma: un legado de 120 años
El estilismo de Máxima alcanzó su clímax con las joyas seleccionadas para la ocasión: un conjunto de gargantilla, pendientes, pulsera y anillo engastados en esmeraldas, piezas que forman parte del histórico joyero de los Orange.
Estas joyas fueron un regalo de la reina Emma para su hija, la futura reina Guillermina, a finales del siglo XIX, y desde entonces se han reservado para ocasiones de alta relevancia. Aunque gran parte de la familia real ha tenido acceso a ellas, Máxima es quien más las ha integrado con naturalidad a sus looks, seguida de la princesa Amalia, gran aficionada a las piezas patrimoniales. La ausencia de la tiara que complementa este conjunto no pasó desapercibida, pero permitió que el sari y la gargantilla fueran los protagonistas del atuendo.
Un look con dorado para cerrar una visita cultural
La reina complementó su atuendo con sandalias metalizadas de Gianvito Rossi, piezas con tacón alto y un dorado cálido que armonizaba con el estampado del sari, y una cartera igualmente dorada en línea minimalista.
El look concluyó una jornada marcada por tres cambios de vestuario, en la que Máxima experimentó con una paleta diversa que incluyó amarillo vibrante, marrón profundo, naranja y toques de blanco. Su maleta para Surinam ha sido, definitivamente, un despliegue cromático que refleja su personalidad: audaz, versátil y siempre dispuesta a sorprender sin perder elegancia.
Con este espectacular cierre, Máxima de Holanda no solo honró la historia de la monarquía neerlandesa a través de las joyas centenarias, sino que reafirmó su capacidad para reinterpretar la moda internacional con una narrativa propia. Entre símbolos culturales, guiños históricos y elecciones estilísticas contundentes, la reina se llevó una vez más el título como uno de los fashion icons más consistentes de la realeza moderna.